Hoy mas que nunca en la historia económica, se espera que las empresas generen un aporte mayor en su entorno que exceda la justa ganancia individual.

Aun cuando, históricamente la economía ha considerado que la búsqueda del beneficio personal del empresario termina generando un beneficio social, al ser capaz de producir para satisfacer las necesidades de las personas; en la actualidad ese aporte se considera como insuficiente, e incluso egoísta.

Es así como el consumidor está cada vez mas dispuesto a “sancionar” no consumiendo a empresas que se ven envueltas en situaciones de corrupción o situaciones de daño medio ambiental, por ejemplo, más allá de las sanciones que muchas veces pueden recibir.

Ante esta realidad, el desarrollo del comportamiento económico ha tomado caminos novedosos los últimos años, desarrollándose ideas y formas de interacción comercial que permitan disminuir costos y aportar a nivel externo al mismo tiempo.

Siendo esto así, es que por años las empresas se dedicaron sólo a incrementar sus ganancias mediante el aumento de los ingresos, muchas veces de manera irregular o disminuyendo sus costos, en ocasiones reduciendo los estándares de cuidado medioambiental o afectando derechos laborales. Muchas veces con actitudes empresariales directamente reñidas con la legalidad o con criterios de dudosa calidad ética.

Frente al efecto adverso que significó este comportamiento empresarial, traducido en un impacto medioambiental negativo, desigualdad de ingresos y frustración de los consumidores, nace el concepto de Responsabilidad Social Empresarial (RSE) en los años 50, el cual buscaba que las empresas y los empresarios pudieran contribuir a una sociedad y mundo mejor al avanzar en favor del equilibrio entre el crecimiento económico, el bienestar social y el aprovechamiento de los recursos naturales y el cuidado del medio ambiente.

Hoy, innovar a nivel económico, implica necesariamente lograr que el desarrollo de una idea de negocio tenga la oportunidad de impactar positivamente en el entorno en el cual se desarrolla. Así surgen nuevas ideas, como el de Economía Colaborativa.

Un concepto relativamente nuevo, ya que recién en 2007 se habla por primera vez de “Consumo Colaborativo”, y es en 2010 cuando empieza a popularizarse esta nueva forma de entender la economía y el desarrollo de los negocios.

A modo de definición, podemos decir que la Economía Colaborativa se basa no tanto en los beneficios económicos, sino que está en función de las necesidades específicas que existan. Incluso es posible que el dinero no sea el único valor de cambio para las transacciones que se realicen.

Como alguien dijo, economía colaborativa es cuando yo gano el otro también gana. Todo esto puede sonar extraño, incluso un poco irreal. Pero no lo es tanto si nos ponemos a pensar en todo lo que diariamente usamos o aprovechamos donde no tenemos que pagar nada.

¿Cuánto pagamos por entrar a una página web a buscar información? Incluso existen sitios en internet que son construidos con información en que se puede colaborar desde cualquier parte del mundo, solo por el interés de entregar información.

En la actualidad, internet y las aplicaciones de celulares ayudan mucho a desarrollar ideas de negocio colaborativas, en que personas que quizás en otras condiciones no participarían de cierto desarrollo empresarial o segmento de mercado.

De esta forma, no es muy extraño hoy día pensar en actuar pensando en los beneficios que el otro pueda tener con mi comportamiento económico; y eso incluso sin dejar de ganar uno mismo.

El desarrollo económico y social de las últimas décadas nos está impulsando a impactar más allá de nuestro crecimiento económico, por lo que es fundamental que hoy exista una reflexión respecto a cómo dejamos una huella positiva en nuestro entorno; a través de nuestro trabajo o aportando para que otros puedan desarrollar nuevas ideas que impacten en la sociedad.

Juan José Baeza
Ingeniero Comercial
Docente Universitario