Muchos educadores chilenos son los que podrían ser destacados durante el mes de la Educación, sin embargo, hoy hemos decidido profundizar en la vida de una de las escritoras chilenas que ha inspirado a más generaciones de niños chilenos: Ester Huneeus, conocida bajo el pseudónimo de Marcela Paz, autora de la saga Papelucho, cuya vida también tuvo un prolífico legado en ámbitos artísticos, sociales y culturales.

Ester nace en Santiago de Chile el 28 de Febrero de 1902. Fue la segunda hija de Teresa Salas Subercaseaux y Francisco Huneeus Gana. Vivían ella, sus padres y sus siete hermanos, en un antiguo caserón, propiedad de la bisabuela, en el centro de Santiago, en la esquina de Huérfanos con Morandé, a pocas cuadras de La Moneda. Su hermana Anita, la mayor de todos, muere a los doce años por un coma diabético, después de una difícil enfermedad. Ester, de sólo once años, sufre mucho con esta muerte y esa dura experiencia se vuelve uno de los motivos que la llevan a escribir desde tan pequeña.

 

Bajo esta perspectiva, el arte no está presente solo en algún aspecto de nuestra vida cotidiana, sino que en todos, bajo la apariencia de la técnica. Sin embargo, para no ser tajantes y decir que todo es arte, vamos a admitir que hay técnicas mejores que otras.

En 1924 funda junto a algunas amigas y mujeres de la época el hogar para ciegos Santa Lucía, ya que en esa época ellos no tenían ninguna oportunidad posible de trabajo y debían mendigar. Desempeña el cargo de secretaria hasta 1950. Además de su tarea, les enseñaba a escribir a máquina y a bailar.

Su primer bosquejo de Papelucho lo realiza en 1934, ya que se encontraba muy preocupada por el tema del divorcio en la época, sin embargo, este tomo hasta el día de hoy permanece sin publicar, por decisión de la autora y su descendencia. El hombre que le regaló aquel diario donde comenzó a escribir, resulta ser su marido, José Luis Claro, a quien llamaban “Lucho”.

Aparte de su familia, Ester Huneeus se dedicó siempre a intereses y ocupaciones más allá de la literatura. Trabajó desde joven en cerámica y escultura, la que aprendió de joven con Totila Albert, y luego, con los hijos grandes y viuda a los 52 años, se dedica a realizar también obras en esmalte sobre metal. Su arte no lo considera algo exclusivo suyo, sino que lo comparte. Su casa, frente a la antigua población El Esfuerzo, la llevan a conocer las realidades de tantos que viven situaciones difíciles. Les enseña escultura, carpintería, tallado y los asesora para vender sus obras en una tienda del centro de Santiago. En forma respetuosa los alienta a desarrollar sus talentos y mejorar así su situación personal y económica. Sin duda un aporte a muchas personas para quienes se abrió un nuevo horizonte artístico y laboral.

Entre 1954 y 1967 queda viuda y sus cinco hijos se casan; Ester, que se ha cambiado a Vitacura comienza su vida sola. Aquejada de una diabetes juvenil, llena su tiempo escribiendo sin parar. En esta época, participa activamente en las Navidades de su comuna, organizadas por la parroquia Inmaculada Concepción, escribiendo cada año una obra de teatro para la ocasión.

Siempre en su intención de compartir sus dones, enseña cerámica y escultura en ARCA (Arte y Caridad). En el año 1965 funda el IBBY en Chile, International Board on Books for Young People luego que fuera invitada en 1964 a España a un congreso de esta organización.  Es designada presidenta del mismo, cargo que ejercerá hasta fines de 1967. Esta organización, cuya sede principal está en Basilea, Suiza, fue creada en Europa después de la Segunda Guerra Mundial, como iniciativa de la bibliotecaria alemana Jella Lepman quien realzó el buen libro infantil como un integrador de los niños del mundo para preservar la paz. La misión del IBBY es acercar la literatura infantil a los niños, promover el conocimiento de las distintas culturas a través de los libros para niños y jóvenes, fomentar el gusto por los libros, a través de actividades tales como talleres, cuentacuentos, etc.

Marcela Paz dedicó sus últimos años a sus nietos y bisnietos, a seguir el desarrollo de su obra, como la producción para la televisión de Perico trepa por Chile y a sus diversas actividades de entrega a otras personas.

Muere, después de una corta enfermedad, con mucha paz y serenidad el 12 de junio de 1985.

Sin duda, su legado  través del arte, en forma de literatura, escultura, artesanía y otros medios en pos de la creación de una sociedad mejor, nos sigue inspirando para extender los múltiples beneficios que este lenguaje posee a muchas personas más.

Fuente: Papelucho.cl