Responsabilidad Social Empresarial
Juan José Baeza
Ingeniero Comercial
Docente Universitario

Toque de campanas a los difuntos: Campanadas utilizadas en los entierros comunes, impulsada por toques lentos a cuerda de dos campanas.

Definitivamente, cada vez es más importante considerar el impacto de nuestras acciones en el entorno en que nos desenvolvemos. Hoy día considerar el concepto de Responsabilidad Social Empresarial es básico en toda compañía de tamaño mediano a grande. Lo que años atrás se consideraba como un gran aporte, como por ejemplo las acciones de mitigación por el impacto ambiental en el entorno de fábricas, hoy se considera como un mínimo que incluso ya tiene impulso legal.

Así, es necesario que la sociedad entienda en mayor medida que las acciones que se llevan a cabo siempre tendrán un impacto en el resto, y que es necesario que ese impacto sea reconocido y mitigado en lo posible. Hace algunas semanas se realizó la reunión ENADE, donde se congregan los principales empresarios del país y en el que participó el presidente Sebastián Piñera y el Ministro de Hacienda de ese momento, Ignacio Briones.

Lo interesante este año fueron algunas exposiciones que destacaron la relevancia que tiene el hecho de que las empresas se involucren en mayor medida en su entorno con una mirada más “social”, elevando la “ética de las organizaciones”. Algunos destacaron estas palabras como un reconocimiento e involucramiento del gran empresariado en estos temas, mientras que otros consideran que esto ya se viene hablando hace mucho tiempo y falta acción.

Hoy, innovar a nivel económico, implica necesariamente lograr que el desarrollo de una idea de negocio tenga la oportunidad de impactar positivamente en el entorno en el cual se desarrolla. Así surgen nuevas ideas, como el de Economía Colaborativa.

Un concepto relativamente nuevo, ya que recién en 2007 se habla por primera vez de “Consumo Colaborativo”, y es en 2010 cuando empieza a popularizarse esta nueva forma de entender la economía y el desarrollo de los negocios.

Cómo sea, esta mirada no es nueva realmente en el mundo, ya que son décadas en que se habla de estos conceptos de responsabilidad social, economía colaborativa, solidaridad, etc.; sin embargo, a muchos se les aparece como algo nuevo. Ya lo decía Adam Smith (1723-1790), conocido como el padre de la economía moderna en su libro La Teoría de los Sentimientos Morales, “el individuo sabio y virtuoso está siempre dispuesto a que su propio interés particular sea sacrificado al interés general de su estamento o grupo”.

Entonces, hace más de 200 años ya se estudiaba la preocupación económica del ser humano por otros, por lo que no podemos seguir esperando para definir claramente lo que cada uno de nosotros debemos o podemos hacer por el resto. Yo me pregunto ¿por qué solo las grandes empresas deben entender esto? ¿qué puedo hacer yo bajo este paradigma altruista?

Quizás esta aparente lentitud en nuestro país, para ver hechos concretos en este ámbito es porque hemos dedicado mucho tiempo a estudiar estos conceptos desde la mirada de lo qué puede hacer “el otro” (el Estado o la Empresa) y no lo hemos enfocado desde la visión de lo que “yo” puedo hacer por el entorno. ¿Qué responsabilidad social tengo yo en el día a día? ¿Cuánto aporto a mitigar el impacto que genero en mi medio en el desarrollo de mis actividades diarias? Son solo 2 preguntas de muchas en las que creo debemos reflexionar.

El Homo Economicus

Quizás las respuestas las entrega la ciencia económica que, al tratar de simplificar el comportamiento de las personas, lo asocia a un supuesto llamado el “homo economicus”: un ser siempre racional en la toma de decisiones y que se esfuerza por maximizar su ganancia. Claramente es una reducción de la realidad bastante profunda, pero quizás no dista mucho del comportamiento de las personas. Pareciera ser que el “homo economicus” es un ser frío, calculador, egoísta y que solo busca su propio beneficio. Casi como un robot actuando por el impulso de ciertas leyes de comportamiento, las cuales le es imposible contrariar.

Sin embargo, pienso que somos mucho más que esa simplificación (muy útil por lo demás) que establece la ciencia económica. Considero que es necesario que entendamos que este deseo generalizado para que las empresas aporten más a su entorno; a través de aumentos de impuestos, apoyo social o cumplimiento de las leyes con estándares éticos superiores; debe ir acompañado del esfuerzo de todos, en que nos hagamos parte en mejorar la realidad de quienes están en nuestro entorno, a través de nuestras acciones (nuestras donaciones por ejemplo) y en general de nuestro aporte permanente a las causas que consideremos valiosas y que quizás el “homo economicus” y su “racionalidad fría” no considerarían.

 

                       No estamos solos, somos parte de un grupo mayor (la familia o la sociedad) en la cual nos desenvolvemos y recibimos beneficios de ellos, y en el que de su bienestar también depende el nuestro. No debemos olvidar el impacto de nuestras acciones, positivas y negativas, sobre el medio en que nos desenvolvemos; ya que toda acción que ejecutamos genera un efecto y consecuencias… algunas positivas y otras no tanto.

Es una invitación a pensar en el aporte que podemos dar cada uno de nosotros al resto. No lo que otros pueden dar, sino nosotros mismos.

Cómo dijo el poeta John Donne (1572-1631), y que fue una inspiración para Martin Luther King Jr. En su lucha pacífica por la causa de los derechos civiles:

Ningún hombre es una isla entera por sí mismo.

Cada hombre es una pieza del continente, una parte del todo.

Si el mar se lleva una porción de tierra, toda Europa queda disminuida, como si fuera un promontorio, o la casa de uno de tus amigos, o la tuya propia.

Ninguna persona es una isla; la muerte de cualquiera me afecta, porque me encuentro unido a toda la humanidad; por eso, nunca preguntes por quién doblan las campanas; doblan por ti.

No somos islas, somo parte de un “gran continente” donde lo que le ocurre a uno, nos afecta a todos. Así que, cuando escuchemos las campanas, no olvidemos que también tañen por nosotros mismos.