en tiempos de COVID-19
Las consecuencias psicológicas que dejará en los hijos la pandemia del Covid-19 dependerán de cómo se manejen las emociones al interior de las familias. Ante esta crisis, muchas familias pueden sentirse afectadas. El temor al contagio, la amenaza de perder los trabajos, el confinamiento, la incertidumbre de lo que pasará en el mundo son factores que pueden influir en la interacción familiar. Frente a este escenario, el desafío es que los padres logren manejar las emociones de manera adecuada, particularmente para ayudar a los hijos a sobrellevar la crisis y desarrollar resiliencia emocional.
En el contexto actual, donde muchos hogares se mantienen confinados, la rabia y el estrés pueden jugar una mala pasada. Los hijos pueden sentirse estresados y sentir que lo que está pasando es injusto (no salir a jugar ni ver a sus compañeros). Afrontar estos sentimientos para evitar que se desaten reacciones impulsivas o agresivas contribuirá al bienestar emocional.
Desarrollar la resiliencia en tiempos difíciles implica ser capaz de reconocer las emociones que emergen, saber expresar los sentimientos sin dañarse a uno mismo ni a los demás y desarrollar una mirada positiva de las cosas.
Comprender, por ejemplo, que durante el confinamiento es normal sentirse impaciente o tener cambios de humor es tomar consciencia de las emociones que pueden aflorar. Ahora bien, el aislamiento también puede poner de mal humor a los más pequeños, pero ellos no siempre sabrán identificar qué les pasa. Los padres pueden ayudarlos a verbalizar la emoción (“Estás gritando porque te sientes enojado/a”) y empatizar con sus sentimientos mostrándoles que no es problema sentirse así (“Es normal que te de rabia y pienses que es injusto no poder salir”).
Las familias también deben ser moderadas para expresar las emociones en tiempos de crisis. Es decir, deben tener precaución de no hablar demasiado de lo que sienten o les preocupa de la crisis sanitaria. Tampoco deben mostrar un excesivo interés en cómo se sienten los hijos. Deben tener mucho cuidado, además, de no tener reacciones desproporcionadas, con golpes y gritos. Todas estas formas, dan cuenta de una mala manera de manejar los sentimientos en tiempos complejos, corriendo el riesgo de elevar aún más los momentos de angustia.
El otro aspecto de la resiliencia se relaciona con desarrollar una mirada positiva de las cosas. Esto implica ser optimista para enfrentar la pandemia. El diálogo positivo con uno mismo es una muy buena manera de afrontar el estrés o nerviosismo en estos tiempos (“pronto pasará y estaremos bien”). Son los padres quienes deben procurar ser un modelo de optimismo para sus hijos. Si ellos escuchan mensajes optimistas comenzarán a pensar de esa manera. No dejarse arrastrar por pensamientos negativos e innecesarios y focalizar la atención en otros más positivos.
Estrategias para no explotar en tiempos de confinamiento:
1. Darse cuenta cuando aparecen pensamientos negativos que no ayudan. Ej. “mi hija me insiste en lo mismo, lo hace para molestarme”. Si esto ocurre, pensar en otras alternativas para explicar la conducta de los otros. “¿Habrá otra razón por qué insiste tanto?”
2. Tomar distancia física. Basta con 90 segundos para darle tiempo al cerebro emocional para volver a la calma. Pero la distancia física no servirá de nada si se sigue alimentando los pensamientos irritantes (“que atrevida, tampoco ordenó la pieza”), ya que cada uno ellos será un pequeño detonante para nuevos brotes de enfado. El efecto calmante del distanciamiento está precisamente en lograr poner fin a la cadena de pensamientos irritantes.
3. Incorporar actividades placenteras en la rutina diaria. Escuchar o tocar música, cantar, pintar, hacer ejercicios físicos en casa, conversar con amistades por teléfono o video llamada.
4. Anticiparse a los momentos que predisponen a un altercado. Ej. La hora en que los niños deben acostarse. Planificar que se le dirá a los hijos, a uno mismo en la mente y cómo se va a reaccionar.
5. Respirar lento y profundo relajando los músculos. Un buen ejercicio es imaginar una taza de chocolate caliente entre las manos. Respirar lentamente como sintiendo el aroma del chocolate entrar por la nariz hasta llegar al estómago. Soplar por la boca como enfriándolo.
Practicar este ejercicio de respiración con los niños también les enseñará a calmarse y a autorregularse.
FUENTE Ps. Sandra Rosales